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Por María Helena Ripetta
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Su papá, su hermano y su tío son de River. Pero él -a los 5 años- un día le comunicó a su familia: "Me voy a hacer de Boca, porque todos en el jardín son de Boca". Y así lo sostuvo, aunque no fue a La Bombonera nunca, era hincha xeneize. El 19 de mayo del año pasado fue con tres amigos a un bar de San Telmo a ver un partido entre Boca y Nacional de Montevideo, por la Copa Libertadores. Boca ganó y un hombre lo apuñaló. "Estos bosteros de mierda ganan siempre", dijo el asesino.

A los 15 días murió Eduardo Cicchino, tenía 26 años, estudiaba ingeniería cuando recibió la puñalada en el corazón. El viernes comienza el juicio oral contra Gustavo Olivera.

La fiscalía lo acusa de homicidio simple, pero su familia quiere que sea por alevosía. "Así puede caberle la perpetua. Si no, en unos años puede estar libre", le dice a "Crónica" Marcela, la mamá de Eduardo, que muchos meses después de la muerte de su hijo vio la cara del imputado cuando fotocopió el expediente. El viernes estarán en la misma sala.

"Edu y sus dos amigos estaban adentro mirando el partido. El televisor estaba en mute, parece que los mozos eran de River. Los testigos dicen que cuando se fueron, este tipo los siguió y decía ‘estos putos bosteros siempre ganan’. Les gritaba a los chicos. Ahí sacó una faca que tenía escondida y se la clavó a mi hijo", cuenta la mamá.

"Le partió el corazón. Sobrevivió porque era joven y sano. El SAME tardó media hora en llegar. Su amigo Bautista lo ayudó para que no se desangrara en la vereda", sostiene Marcela, que ese día desde el celular de su hijo recibió el llamado de su amigo avisándole que lo habían apuñalado.

"Pensaba que era en la pierna o en un brazo. Edu llegó lucido hasta el ascensor del hospital, antes le dijo a su amigo: ‘Llamá a mi vieja y a mi novia, la clave del celular es una J. Después supimos que tuvo cinco paros respiratorios", recuerda la mamá. Lo operaron tres veces, recuperó la conciencia, le habían dicho a la familia que iba a quedar delicado, pero que iba a salvarse.

"Ese día no estábamos ninguno en la puerta, porque tenían que tenerlo dormido. Pero esa primera herida se abrió y se desangró en 8 minutos. No murió por una complicación en la operación, fue por la cuchillada", relata la mamá.

"Nos destruyó la vida. No llevaba un cuchillo escondido en el pantalón por que sí. Iba a acuchillar a alguien. Los médicos me dijeron que tenía que haber hecho mucha fuerza y estar muy afilado para llegar al corazón y partirlo en dos. Además, sabía usarlo", dice la mamá.

"Cuando te matan un hijo, no sabés ni dónde estás parada. Y me tuve que levantar de la cama, porque teníamos dos meses para presentarnos como querellantes. Los abogados nos pedían 40.000 dólares que no teníamos. Los abogados de la empresa donde trabaja mi ex marido se hicieron cargo de representarnos", dice Marcela, que integra la Usina de Justicia, desde donde reclaman abogados gratuitos para los familiares de las víctimas, y agrega: "Mi hijo no se va recibir, no va a ser papá, porque un tipo lo acuchilló porque era de Boca".