En Mendoza hay un ejemplo de esfuerzo, un ejemplo de padre, de compañero de trabajo y de estudiante. Un ejemplo de vida. Con más de 50 años, Daniel Antonucci se propuso cumplir el sueño que durante décadas había postergado: volvió a estudiar. Finalizar la secundaria es su gran objetivo y se lo tomó muy en serio.

En su segundo año lo nombraron abanderado, debido a su altísimo promedio, muy cercano al 10. Casado y padre de tres hijos, intentó retomar sus estudios en 2012, pero el sueño rápidamente se esfumó. Sin embargo, no bajó los brazos y ahora, este hombre, quien es técnico en hormigón armado y trabaja en mantenimiento y construcción en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), volvió a agarrar los libros convencido de que esta vez nada lo detendrá.

Su persistencia y capacidad lo llevaron a tener un promedio de 9,75 en el programa especial de la UNCuyo, que dura tres años. “Es un esfuerzo, pero vale la pena. Yo siempre les digo a mis compañeros de trabajo que terminen el ciclo secundario”, comentó Antonucci, quien pasa sus días entre el trabajo, de 7 a 15, y la escuela, a la que asiste tres días por semana, de 15 a 18.

Una nueva vocación

Haber retomado sus estudios, 34 años después, le dio la oportunidad a este voluntarioso hombre de descubrir un nuevo placer: las ciencias naturales. “Cursamos materias básicas, como matemática, ciencias sociales, lengua y biología y me di cuenta de que tenía facilidad para estudiar todo lo relacionado con las ciencias naturales, eso no lo sabía”, comentó.

De esta manera, Antonucci no solo avanza con el aprendizaje de las materias obligatorias, sino que también encontró nuevos espacios para disfrutar del conocimiento.

Modelo a seguir

Tanto es el empuje que le puso a la cursada que hasta transmite su entusiasmo a familiares y compañeros. “Siempre me gustó estudiar, pero por diferentes razones lo tuve que postergar. Por eso, aliento a mis hijos a que lo hagan, al igual que a mis compañeros de trabajo”, agregó.

Por eso disfruta como pocos ver a su hija Yésica Soledad, de 29 años, quien está a punto de convertirse en enfermera profesional; a Antonella, de 18, y a Josué, de 24, quienes terminaron el secundario. En una casa en la que todos estudian, los buenos resultados no deben extrañar.

Culminado su primer año, a Antonucci lo nombraron abanderado, gracias a haber alcanzado un promedio de 9,75. “No lo esperaba y me dio mucha alegría”, comentó este hombre, que se emociona al recordar que el día en el que le otorgaron el reconocimiento fue aplaudido por toda su orgullosa familia.