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1 de agosto de 2022

Bomberos de Emergencias Especiales, los que actúan ante un peligro químico o radioactivo

Por María Clara Olmos 01-08-2022 | 15:40

La estación de la Brigada de Emergencias Especiales se encuentra en el barrio porteño de Barracas. (Foto: Leo Vaca)

El derrame de una sustancia peligrosa en una metalúrgica, la fuga de un ácido en un frigorífico o material químico fuera de control en un laboratorio son algunas de las situaciones de alto riesgo en las que intervienen los bomberos especializados de la Brigada de Emergencias Especiales (BEE), encargados de dar respuesta a las emergencias químicas, biológicas, radioactivas y hasta nucleares en la Ciudad de Buenos Aires (CABA).

"Somos una de las ramas específicas del cuerpo de bomberos, estamos dentro del equipo de operaciones especiales y damos respuesta a emergencias que involucren materiales peligrosos fuera de control", explicó a Télam el subteniente y jefe de turno de la BEE, Nicolás Scandura (35).

"Eso quiere decir que no solo cumplimos la función del incendio convencional, es decir del bombero de estación, sino que además tenemos el equipo y la capacitación especial para dar respuesta a este tipo de situaciones", agregó.

Dados los altos niveles de toxicidad y corrosividad que pueden tener estas sustancias, los bomberos de la BEE intervienen equipados con los característicos mamelucos verde flúor que los protegen dérmica y respiratoriamente, guantes y botas químicas y distintos elementos acordes a escenarios -muchas veces extremos- como una fábrica invadida por el humo naranja producto del derrame de ácido nítrico o el incendio de un laboratorio químico con distintas sustancias fuera de control.

En cualquier caso, se trata de materiales que pueden ocasionar graves quemaduras y problemas respiratorios y que estos bomberos se encargan de controlar y mitigar con rigurosos métodos.


"Nos entrenamos mucho para aprender a hacer las maniobras con baja visibilidad, dificultades en el tacto y en la manipulación de elementos por el equipamiento específico y sin poder escucharnos entre nosotros por las máscaras" que los protegen ante los riesgos de inhalación, describió el subteniente Scandura, que lleva una década en esta profesión, a la cual se dedicaron su padre, su abuelo y su bisabuelo, éste último uno de los fundadores del cuartel de bomberos voluntarios de La Boca, el primero del país.

Pese a tener siempre en el radar las distintas sustancias que se utilizan en diversos lugares de la Ciudad, cada operativo de esta brigada se inicia con las tareas de identificación del material fuera de control.

Debido a los altos niveles de toxicidad y corrosividad que pueden tener estas sustancias, los bomberos de la BEE intervienen equipados con los característicos mamelucos verde flúor que los protegen dérmica y respiratoriamente. (Foto: Leo Vaca)

Los primeros en ingresar al lugar siniestrado son los que llevan los equipos especiales de medición del ambiente, con los que hacen un monitoreo preliminar, miden las condiciones de oxígeno y las concentraciones de la sustancia en el lugar, y en función de eso realizan el plan de actuación en cuestión de minutos.

"Al identificarla, sabemos las características físico-químicas de la sustancia y cómo reacciona ante distintas variables: si es más pesada o liviana que el aire, como afectan las condiciones climáticas, el fuego y otras", señaló Scandura, quien aseguró que este trabajo requiere de "una gran capacitación en conceptos físicos y químicos".

Los materiales más normales de encontrar en una emergencia en las grandes urbes son el cloro, amoníaco, ácido sulfúrico, sulfhídrico, cianhídrico y brómico.


El bombero enfatizó en la importancia de la capacitación constante ya que "todos los días se crean sustancias químicas nuevas y se cambian protocolos y maniobras, por lo que tenemos que estar actualizados".

Al llegar al lugar y reconocer la dimensión de la emergencia, la brigada sigue dos pasos fundamentales: delimitar la "zona roja" y armar una ducha especial para garantizar un estricto protocolo de descontaminación que llevan adelante en cada intervención.

Al respecto, Scandura enfatizó: "No puede pasar nada de la zona roja sin ser descontaminado, sea una víctima, nosotros mismos o los elementos que usamos, porque corremos el riesgo de generar contaminación cruzada y ser parte del problema y no de la solución".

"Aunque a veces cueste mucho, porque la sangre tira, uno tiene que tratar de ser lo más frío en esos momentos y aferrarse a los protocolos, que es lo que hace que no fallemos", expresó.

Cada operativo de esta brigada se inicia con las tareas de identificación del material fuera de control. (Foto: Leo Vaca)

Por su parte, Ezequiel Gaggioli (44), jefe de la estación de la BEE, que se ubica en el barrio porteño de Barracas, indicó que los operadores de esta brigada -que en este momento son 35- pasan por distintas instancias de entrenamiento y evaluación "muy exigentes".

"Tenemos una instancia de capacitación previa, que consta de una semana teórica y una semana de ejercicios prácticos con simuladores y tiempo límite. (Los y las aspirantes) rinden ese examen y si aprueban pueden entrar a la brigada", aseguró Gaggioli, quien ya tiene 21 años de servicio y siete como parte de la BEE.

En promedio, la Brigada de Emergencias Especiales tiene entre 3 y 5 intervenciones al mes y en invierno colaboran intensamente con los casos de fuga de monóxido.


Una vez adentro, y al igual que todos los cuerpos de bomberos, se capacitan y entrenan diariamente para afrontar distintas situaciones, incluso "las más difíciles de imaginar, porque un día pueden pasar y alguien tiene que saber solucionarlo", sostuvo el bombero, y aseveró: "No podemos dudar o no estar capacitados cuando vamos a dar una respuesta en emergencia".

Los bomberos afirman que los materiales más normales de encontrar en una emergencia en las grandes urbes son el cloro, amoníaco, ácido sulfúrico, sulfhídrico, cianhídrico y brómico. (Foto: Leo Vaca)

Recientemente, la brigada fue desplazada junto al Sistema de Intervención en Emergencias Radiológicas (SIER) para retirar residuos médicos nuclear radiológicos, que estaban generando "contaminación radioactiva cruzada, con el riesgo que eso implica".

"Por lo general, se secuestra ese elemento que genera radiación y se guarda en un depósito hasta que pierda su energía y vuelva a su estado natural, que puede tardar muchísimos años", explicó Gaggioli.

En promedio, indicó, tienen entre 3 y 5 intervenciones al mes y en invierno colaboran intensamente con los casos de fuga de monóxido.
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