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13 de mayo de 2021

Juan Pablo II, el único Papa que visitó la Argentina

Juan Pablo II, quien fue canonizado por Francisco en el 2014, llegó al corazón de los católicos argentinos porque fue el primero -y hasta ahora el único- Papa que visitó nuestra tierra. La primera vez, en 1982, días antes del fin de la Guerra de Malvinas. La segunda, en 1987, para las III Jornadas Mundiales de la Juventud, cuando llevó su mensaje a nueve ciudades del país.

El 6 de abril de 1987, el mismo día de su llegada, el presidente Alfonsín agasajó a Juan Pablo II en la Casa Rosada.El 6 de abril de 1987, el mismo día de su llegada, el presidente Alfonsín agasajó a Juan Pablo II en la Casa Rosada.
Juan Pablo Ii, el hombre que nació en Polonia en 1920 con el nombre de Karol Józef Wojtyła y que se convertiría en 1978 en el pontífice número 264 en la historia de la Iglesia Católica Apostólica Romana, por siempre estará en el recuerdo de los argentinos: es el único Papa que vino a nuestro país, y lo hizo en dos ocasiones, en 1982 y en 1987.

El “¡Juan Pablo II,/ te quiere todo el mundo!” se hizo escuchar en ambas visitas que se sucedieron en circunstancias especialmente sensibles como lo fueron la Guerra de Malvinas y y, ya con la democracia recuperada, con la rebelión militar carapintada de Semana Santa que estaba en ciernes.

1982: Las 31 horas que dieron esperanza en medio del dolor
El Papa y el dictador Galtieri tuvieron una charla a solas el 12 de junio de 1982.El Papa y el dictador Galtieri tuvieron una charla a solas el 12 de junio de 1982.
Cuando el viernes 11 de junio, alrededor de las nueve de la la mañana de un día lluvioso, Juan Pablo II se inclinó para besar tierra argentina, estaba iniciando tal vez el viaje más atípico de su papado.

La diplomacia vaticana siempre se caracterizó por la estratégica planificación de sus acciones.  Sin embargo, esta visita a una Argentina envuelta en una guerra sangrienta y desigual contra una de las potencias mundiales tuvo como objetivo el cese del fuego y se decidió precisamente en el Reino Unido, país que Juan Pablo II recorrió a principios de junio, en una gira prevista con mucha antelación. Es que si el Papa no llevaba personalmente también su mensaje de paz a los argentinos, sería una afrenta para Latinoamérica, la región más católica del planeta.

Desde su llegada a Ezeiza -donde lo recibió el presidente de facto, el general Leopoldo Fortunato Galtieri- hasta la Catedral Metropolitana Juan Pablo II fue aclamado por una multitud que esperanzada en el fin de la cruenta guerra, en plena coincidencia con el mensaje papal: "Per­mi­tidme que des­de es­te mo­men­to in­vo­que la paz de Cris­to so­bre to­das las víc­ti­mas, de am­bos ban­dos, del con­flic­to bé­li­co en­tre la Ar­gen­ti­na y Gran Bre­ta­ña; que mues­tre mi afec­tuo­sa cer­ca­nía a to­das las fa­mi­lias que llo­ran la pér­di­da de al­gún ser que­ri­do; que so­li­ci­te de los go­bier­nos y de la co­mu­ni­dad in­ter­na­cio­nal me­di­das ap­tas pa­ra evi­tar da­ños ma­yo­res, sa­nar las he­ri­das de la gue­rra y fa­ci­li­tar el res­ta­ble­ci­mien­to de los es­pa­cios de una paz jus­ta y du­ra­de­ra".

En ese primer discurso, casi al pie del avión que lo traje al país, el pontífice expreso otras 38 veces la palabra Paz.

Las 31 horas que Juan Pablo II pasó en la Argentina en 1982 fueron acompañadas por miles de fieles.Las 31 horas que Juan Pablo II pasó en la Argentina en 1982 fueron acompañadas por miles de fieles.
Al día siguiente, Corpus Cristi, Juan Pablo II ofició dos misas multitudinarias: la primera, a la mañana, en la basílica de Luján -viajó desde Morón en un vagón especial de la línea Sarmiento- y la segunda en un altar frente al Monumento de los Españoles, cerca del mediodía. Allí, frente a miles y miles de fieles -principalmente jóvenes-, el Papa dejó su último mensaje. (ver recuadro)

Cuatro horas después, partiría de Ezeiza hacia Rio de Janeiro, última escala de su imprevista gira sudamericana. Y dos días más tarde, el 14 de junio de 1982, las fuerzas militares argentinas capitularon ante los ingleses, en un enfrentamiento absurdo que dejó casi mil muertos entre ambos bandos, la mayoría, jóvenes compatriotas.

La misa de Luján en 1982

1987: Seis días de fiesta, de punta a punta del país
En 1987, el Papa salió al histórico balcón de la Casa de Gobierno.En 1987, el Papa salió al histórico balcón de la Casa de Gobierno.
Esta vez , la nueva visita de Juan Pablo II (que entonces tenía 67 años) fue planeada hasta en su más mínimo detalle. En realidad, era el epílogo de una gira por Sudamérica que comenzó en Uruguay (Montevideo), cuatro días en Chile (Santiago, Valparaíso, Punta Arenas, Puerto Montt, Concepción, Temuco, Coquimbo y Antofagasta) y casi una semana en Argentina, en la que recorrió Buenos Aires, Bahía Blanca, Tucumán, Corrientes, Viedma, Mendoza, Córdoba, Salta, Paraná, Rosario y nuevamente en Buenos Aires, para cerrar la Jornada Mundial de la Juventud.

Ese año ofició 26 misas en nuestro país.Ese año ofició 26 misas en nuestro país.
Cerca de las cuatro de la tarde del lunes 6 de abril, el avión de Lan Chile que traía desde Santiago a Juan Pablo II aterrizó en el aeroparque Jorge Newbery. El Papa, visiblemente resfriado, fue recibido al pie de la escalera del avión por el presidente Raúl Alfonsín y su esposa, María Lorenza Barrenechea.

“En mi primer saludo a la Iglesia en Argentina quiero expresar aquel mismo deseo con el que Jesucristo fortalecía los ánimos de sus discípulos durante la ultima Cena, al decirles: “La paz os dejo, mi paz os doy”, se dirigió a quienes le dieron la bienvenida".

Más tarde, Juan Pablo II subió a uno de los papamóviles que lo llevó a la Nunciatura -donde se alojó- para luego ser recibido oficialmente por Alfonsín en la Casa Rosada.

En sus más de seis días en la Argentina, el Papa llevó su palabra a nueve ciudades, dirigió 26 mensajes pastorales, y bendijo a unos cinco millones de personas. En la no­che del sá­ba­do 11, encabezó el En­cuen­tro con los Jó­ve­nes y al día si­guien­te, Do­min­go de Ra­mos, pre­si­dió la III Jor­na­da Mun­dial de la Ju­ven­tud, con un altar inmenso en la Avenida 9 de Julio y Avenida Santa Fe, con una multitud -se arriesgo que hubo un millón de personas- que llegaba hasta Avenida de Mayo.

Se estima que cinco millones de personas escucharon el mensaje papal en sus seis días de visita.Se estima que cinco millones de personas escucharon el mensaje papal en sus seis días de visita.

A las siete de la tarde, media hora antes de partir y desde el aeropuerto de Ezeiza, Juan Pablo II dejó sus últimas palabras de despedida. (ver recuadro).

Cuatro días después, el 16 de abril, jueves santo, la paz con la que nos bendijo el Papa se esfumó muy pronto, con el alzamiento carapintada de Semana Santa y la primera gran amenaza golpista tras la democracia recuperada en 1983.

Pero esa es otra historia.

La visita de 1987

1982, el mensaje de paz

"Queridos hermanos y hermanas,  Estoy a punto de concluir la visita a vuestro querido país, que he emprendido en nombre de la paz en momentos dolorosos de vuestra historia.

Este viaje y el realizado antes a Gran Bretaña me han permitido cumplir con mi deber de Pastor de la Iglesia universal, y a la vez interpelar las conciencias para que, en momentos de enfrentamientos bélicos, se restablezcan en las dos partes en conflicto sentimientos de pacificación, que van más allá del silencio de las armas. Pido a Dios que se traduzca en realidad operante la profunda convicción de que es necesario poner todos los medios posibles para lograr una paz justa, honrosa y duradera.

En los contactos tenidos en estas ocasiones he podido constatar que los dos pueblos, doloridos por los estragos de la guerra y apenados sobre todo por la pérdida de jóvenes vidas, que ponen lágrimas y luto en tantas familias, ansían la paz y la piden con insistencia.

Quieran, por ello, los responsables de los dos países y de la comunidad internacional, que también mira con fundada aprensión al momento presente de tensiones y luchas, devolver por encima de todo a las familias de las dos naciones lo que ellas más anhelan: la vida y serenidad de sus hijos o seres queridos, antes que nuevos sacrificios agraven los ya provocados. No se dude en buscar soluciones, que salven la honorabilidad de ambas partes y restablezcan la paz.

Os dejo como fruto de mi visita a la noble nación argentina el mensaje proclamado ante vuestros Pastores, almas consagradas y ante todos vosotros. Sea la plegaria elevada a la Madre de Luján y la fuerza del amor que brota de la Eucaristía, inspiración constante en los senderos de fidelidad a Cristo que El os pide.

Por estas intenciones continuaré rogando con insistencia, unido a vosotros, para que cese pronto la prueba actual.

A las supremas autoridades y a todos los argentinos, de quienes he recibido tantas muestras de estima, deferencia y cordial cercanía durante mi visita, agradezco profundamente todas las exquisitas atenciones recibidas, que hallan en mí sentimientos de ininterrumpida benevolencia hacia los hijos de este amado pueblo.

Gracias por vuestro conmovedor entusiasmo que, a pesar del delicado momento que atraviesa vuestra nación, me ha prestado esta acogida tan elocuente y calurosa.

Las cordiales y vistosas manifestaciones de afecto que he recibido al cruzar vuestras plazas, avenidas - 9 de Julio, Rivadavia - sobre todo y ante todo vuestra presencia en los lugares de oración han dejado en mí una impresión que llevo muy marcada en mi alma. Vuestras oraciones, aplausos, sonrisas, eran una constante imploración de paz, una continua prueba de vuestro amor a la paz.

Seguid por ese camino al que os he exhortado sin cesar. En un cartel a lo largo de mi recorrido he visto este escrito: "Queremos ser tu alegría". Pues bien, queridos amigos: sed la alegría de Cristo con vuestra fidelidad a la fe; sed la alegría de la Iglesia, sed la alegría de la juventud del mundo, viviendo y proclamando sin cesar vuestra labor de paz. Sed la alegría del Papa, que os quiere jóvenes auténticos destructores de odio y constructores de un mundo mejor.

Con un ¡hasta pronto!, me despido de todos, bendiciendo a cada argentino, sobre todo a los enfermos y a los que sufren o lloran por las víctimas de la guerra.

Dios bendiga a Argentina, Dios bendiga a América Latina, Dios bendiga al mundo.

¡Hasta la vista!"

1987, con los jóvenes como objetivo

"En esta breve pero intensa peregrinación de acción de gracias, que me ha llevado a distintos lugares de este amado país, he podido comprobar los grandes recursos tanto de orden humano como material con que la Providencia de Dios ha dotado abundantemente a la Argentina.

He visto vuestras pampas sin fin, sus interminables sembradíos, sus caudalosos ríos, sus numerosos rebaños de ganado. He experimentado la variedad y dulzura de vuestro clima y he admirado el azul de vuestros mares. He contemplado el grandioso espectáculo de la cadena de los Andes con sus nieves perpetuas; y, con el corazón rebosante de emoción, he unido mi voz a la del salmista para alabar a Dios:

“¡Señor, Dios nuestro / qué admirable es tu nombre en toda la tierra! / Al ver el cielo, obra de tus manos, / la tierra y las estrellas que has creado”.

Sobre todo, he tenido la dicha de encontrarme con la realidad viviente de estas tierras, es decir, con vuestro pueblo, tan hospitalario y bondadoso, y con vuestra prometedora juventud. He gozado al encontrarme con el hombre del agro, con el que trabaja en su taller de artesano o en las grandes plantas industriales, con quienes viven en el campo o en la ciudad. En todos he podido apreciar una gran cordialidad y un afán de superación humana y espiritual que honran a vuestra patria.

Comprenderéis muy bien que mi mayor complacencia haya sido encontrarme, esta vez por toda la República, con un pueblo religioso que, en torno a sus Pastores y en unión con el Sucesor de Pedro, está dispuesto a manifestar su fe y a corroborar su compromiso cristiano en la tarea de reconciliación entre todos los argentinos.

De nuevo los imborrables encuentros con las distintas categorías del Pueblo de Dios en Argentina, quisiera mencionar, ante la cercanía del próximo Sínodo, los que he tenido con millares de laicos, hombres y mujeres, en toda la geografía del país. ¿Y cómo no recordar la Misa por la familia en Córdoba, para que Dios mantenga fuerte y unida esa célula básica de la Iglesia y de la sociedad? ¿Y los encuentros tenidos con los laicos en Salta y Tucumán, y con los trabajadores del agro y de la industria, y con los representantes de los empresarios y del mundo de la cultura? ¿Cómo no destacar la celebración de esta mañana, con motivo de la Jornada mundial de la Juventud? En esa juventud que se abre a la vida, descansa la esperanza de la Iglesia y de la entera sociedad.

Ante tantos momentos entrañables, de profunda comunión, vividos en la fe y en el amor cristiano, mi corazón no puede menos de elevarse en sincero agradecimiento al Señor quien, en su bondad ha querido bendecir con largueza vuestra patria. Uníos a mi acción de gracias hacia este Padre Dios que nos ha demostrado tanto cariño y correspondedle con un amor cada vez más intenso: que vuestro deber de gratitud a Dios por los bienes recibidos, se traduzca en fidelidad a sus mandamientos, que no son más que un modo de manifestar su amor por los hombres.

Al despedirme de vosotros, quiero dejar constancia de mi reconocimiento a cuantos han hecho posible esta inolvidable visita pastoral. En primer lugar, al Señor Presidente de la Argentina y a todas las autoridades, así como a mis amados hermanos obispos, a los queridos sacerdotes, religiosos y religiosas, y a todas las entidades y personas que han colaborado eficazmente en la preparación y desarrollo de los diversos actos.

Podéis estar seguros de que os llevo a todos muy dentro de mi corazón. Os pido que, cada día, recéis por mí y Dios os lo recompensará sobreabundantemente. Ruego a la Virgen de Luián, que os alcance de su divino Hijo la gracia para corresponder fielmente a las exigencias de vuestra vocación cristiana.

Mientras hago fervientes votos por la prosperidad, paz y concordia entre los amadísimos hijos de esta noble nación, imparto a todos con afecto mi Bendición Apostólica.

¡Hasta siempre, Argentina!

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